En 1867, los periódicos de Norteamérica se hacen eco del anuncio de la “Excursión a Tierra Santa, Egipto, Crimea, Grecia y lugares de interés intermedios”, para la que se proponen fletar un barco que partirá del puerto de Nueva York. Se trata de uno de los primeros viajes organizados de la historia, del que forma parte el que luego sería padre de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, decidido a plasmar su opinión en las crónicas que envía al diario Alta California. No deja títere con cabeza: empezando por él mismo, pasando por Miguel Ángel, los Maestros Antiguos, los guías de turismo –a los que pone a caldo–, franceses, napolitanos, y acabando por los Peregrinos y su viaje a Tierra Santa. En 1869 se edita “The innocents abroad” que recoge todas sus crónicas y tiene tanto éxito que, durante mucho tiempo, se empleó como guía de viajes. De hecho, fue la obra más vendida del autor en vida. Twain utiliza sus amplios conocimientos, su dominio del idioma, su peculiar humor y su ingenio para conseguir un libro espléndido; un regalo para el lector moderno.
Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain, ha pasado a la historia de la literatura gracias al ingenio, humor y picardía que destila su obra. A menudo considerado el Dickens estadounidense, Twain fue periodista, tipógrafo, escritor y, sobre todo, un aventurero incansable. Su sed de aventuras lo llevó en un largo periplo lleno de experiencias: fue aprendiz de piloto, buscó fortuna en las minas de plata, recorrió el mundo dando conferencias y fue nombrado doctor honoris causa por la universidad de Oxford. Todo ello lo inspiró para empezar a escribir pequeños cuadernos de viaje que publicaba en la prensa. Se calcula que llegó a escribir más de 500 obras, entre las que destacan _Las aventuras de Huckelberry Finn_ y _Las aventuras de Tom Sawyer_: dos novelas en las que Twain evoca una infancia inocente y feliz, en la que brillan la ilusión y la rebeldía que preceden a la edad adulta. Mark Twain nació durante una de las apariciones del cometa Halley, y predijo que “se marcharía con él”. Efectivamente, el autor nos dejó el 21 de abril de 1910, a la estela de una nueva visita del cometa.