En 1934, dos años antes de su muerte, Rudyard Kipling reunió en un volumen nueve cuentos y cinco poemas dedicados a los perros, esos animales adaptados a la humanidad que a veces saben "más que un hombre". Picarescos o heroicos, domésticos o casi fantásticos, de India a Inglaterra pasando por los parajes helados del Ártico, estos Cuentos de perros tratan por supuesto de la lealtad, pero sobre todo de cómo el ser humano proyecta en los animales adiestrados para la compañía o el trabajo su propia personalidad y sus propios deseos, y de cómo alcanza a definirse a través de ellos. Por su parte, un perro puede tirar de un trineo o cazar zorros, puede ser una mercancía valiosa o una inesperada ayuda terapéutica, pero también tiene una vida propia: puede amar a quien no corresponde, enloquecer, deprimirse, o simplemente no entender. A veces son los propios perros quienes toman la palabra y cuentan en su propio idioma su experiencia con los humanos y otros animales, o piden no ser abandonados, o requieren cuidados especiales cuando son ancianos. Y alguno hay que sube al Cielo y tendrá que esperar la llegada de su amo junto a la silla de san Pedro
Bombay, (1865-1936). Rudyard Kipling escribió novelas, poemas y relatos ambientados principalmente en la India y Birmania durante la época de gobierno británico. Kipling fue un escritor prolífico y popular, y su literatura gira siempre en torno a tres ejes: el patriotismo, el deber de los ingleses de llevar una vida de intensa actividad y el destino de Inglaterra, llamada a ser un gran imperio. Su insistencia en este último aspecto era sin duda un eco del pasado victoriano, y perjudicó gravemente su reputación como escritor, a pesar de que fue el primer autor británico galardonado con el Nobel de Literatura.