Roland Barthes fue siempre un apasionado del teatro, ya fuera como espectador, como testigo, como crítico o como agitador cultural, y todo eso en una época excepcional, en la que se dibujaron las grandes líneas del paisaje teatral de hoy. Dominados por el modelo de la Grecia antigua y por la revelación brechtiana, los textos de Barthes, tanto los editoriales como las críticas de espectáculos ya imposibles de ver, o los elementos de historia, de teoría o de política, tocan la esencia misma del teatro, en su capacidad de llegar hasta nuestra vida íntima y nuestra existencia social.
(1915-1980) Fue una de las figuras intelectuales más importantes que emergieron en Francia en la posguerra, y sus escritos son, todavía hoy, objeto de estudio y discusión. Este crítico y ensayista francés, desarrolló gran parte de su trabajo en un ambiguo espacio entre la lingüística y la literatura. Entre sus libros, obtuvieron gran reconocimiento sus estudios semiológicos sobre la imagen. En 1977 fue designado titular de la cátedra de Semiología Literaria del Collège de France, que fue creada especialmente para él por consejo de Michel Foucault. Barthes se definió a sí mismo como “un sujeto incierto”: demasiado literario para los lingüistas, demasiado lingüista para los críticos literarios. Quizá sea este rasgo el que lo ha convertido en uno de los pensadores y teóricos más influyentes en su campo.