La novela se abre con un breve preludio en el que, al volver de un paseo, el narrador, con gran dificultad, recoge «un magnífico cardo en flor de la especie que llamamos cardo tártaro». El cardo es ya el implícito emblema de Hadjí Murat: ¡Cuánta energía y vitalidad! ¡Con qué tenacidad defendió su vida y qué cara la vendió! Hadjí Murat es la excepción más grandiosa del último Tolstoi, pues ahí el viejo chamán rivaliza con Shakespeare. La extraordinaria facultad de Shakespeare a la hora de dotar de una existencia exuberante incluso a los personajes más secundarios, a la hora de henchirlos de vida, es inteligentemente absorbida por Tolstoi. Todo el mundo en Hadjí Murat posee una vívida individualidad: Shamil, el zar Nicolás, Avdéiev, el desdichado soldado ruso muerto en una escaramuza o el príncipe Vorontsov, a quien Hadjí Murat se entrega. El catálogo parece interminable, como en las obras mayores de Shakespeare. Está también Vorontsov, jefe del ejército ruso, y su edecán, Lorís-Mélikov, que se encarga de la custodia de Hadjí Murat, así como Butler, un heroico oficial capaz de apreciar las cualidades del jefe tártaro.También resultan muy convincentes las dos mujeres más destaca das del relato: la princesa María Vasílievna, casada con el joven Vorontsov, y María Dimítrievna, la amante de un oficial de poco rango.Harold Bloom
Lev Tolstói está considerado, junto con Dostoievski, el escritor ruso más importante de la segunda mitad del siglo XIX. Miembro de una familia de la antigua nobleza, su infancia y adolescencia transcurrieron entre Moscú, la gran hacienda familiar de Yásnaia Poliana y Kazán, en cuya universidad se matriculó en 1844. Participó en la guerrra del Cáucaso y fue oficial de artillería. Entre sus obras destacan Infancia, adolescencia y juventud, Los cosacos o Resurrección. Con Guerra y paz y Anna Karenina se ganó el respeto de sus contemporáneos y un lugar preeminente en la historia de la literatura universal.