...Desperté una fresca mañana; amodorrado aún, me levanté para observar, desde la desvencijada ventana, el transcurrir tranquilo de la calle principal del pequeño pueblo. Allí estaba, de pie, mirando fijamente a las golondrinas y sus rápidas pasadas, con la extraña sensación de haber vivido otra vez el mismo sueño... ¡Parec
ía tan real! Giré, caminando lentamente hacia el interior del estudio, sin poder apart